Wednesday, October 12, 2005

APUNTES: NUESTRA AMERICA DE JOSE MARTI

(c) Christopher Conway 2005

La unidad. “Lo que queda de aldea en América ha de despertar.” Esta recordable oración nos remite al panamericanismo del texto. Martí yuxtapone dos conflictos simétricamente opuestos en los párrafos inaugurales: por una parte la "pelea de los cometas en el cielo," y por otra, los hermanos celosos "que se enseñan los puños." El combate astral se refiere a los grandes poderes mundiales, particularmente EEUU, el "gigante de siete leguas." Los hermanos celosos en conflicto son el signo de la pequeñez y división que tiene que ser vencida en la América Latina para que sus "dolorosas repúblicas" puedan ponerse a la altura de las dificultades de un escenario mundial poblado de países poderosos, monumentales, como EEUU. Recordemos, por ejemplo, el asombro de Martí ante las "largas alfombras de cabezas…ese monumental aspecto del conjunto" de las masas norteamericanas en su crónica sobre Coney Island (1881), símbolos del innegable poder compacto del país, como una marea, un gigante capaz de competir con la tierra, el mar y el cielo (125). Los aldeanos tienen que transcenderse a sí mismos, apretar las filas, y enraizarse como los metales en los Andes para dar la frente al enemigo. La porpuesta es un estirarse hacia arriba y hacia los lados, un solidificación del cuerpo social que describe como "pueblo de hojas que vive en el aire" (158). [En las palabras de Martí, "los pueblos viriles…aman, y sólo aman, a los pueblos viriles…el deber de nuestra América es enseñarse como es…" (166) Martí reconoce que la modernización latinoamericana tiene que ser llevada a cabo desde dentro y desde fuera; hay que construir naciones por medio de estados "nacionales," no estados "exóticos" ni exógenos (161), pero a la misma vez, la construcción de la identidad proviene de la necesidad de contrarrestar el subdesarollo y hacer frente unido a los superpoderes internacionales. La unidad continental se afianza a la unidad nacional, y la nación se afianza a su vez a una recuperación de la unidad de clases y de razas. "No hay odio de razas," dice Martí, "porque no hay razas." El racismo y el conflicto aparente de razas se debe a la historia y a desencuentros culturales, no a diferencias ingénitas entre latinos, anglosajones, indios y negros. Las repúblicas latinoamericanas han de recuperar al "indio mudo," "el negro oteado" y al "campesino creador," marginados por la experiencia colonial antes y después de la indepencia, para encauzarlos hacia aquella unidad que protejerá al nuevo polis propuesto por Martí (164). Para concluir, recordemos la celebración martiana de los "soldados del puente" que forjan la unidad entre ciudades en su crónica sobre el Puente de Brooklyn (1883); Martí universaliza el hecho norteamericano, desligándolo como lección para el resto del mundo. (432) El puente es metáfora de la unidad, supera la violencia y la division, y es el futuro de la civilización.

La identidad autóctona. “Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro de llanero.” Una de las dimensiones más contestatarias y modernas de "Nuestra América" es la desarticulación de la fórmula sarmentina de Civilización vs. Barbarie, la cual conlleva toda una reconceptualización de la relación entre el continente latinoamericano y el resto del mundo occidental del momento.
…el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letras artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batallas entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza…Gobernante en pueblo nuevo, quiere decir creador (160). Martí establece una serie de oposiciones simbólicas sobrepuestas. El término"civilización" es ligada al "criollo exótico" y a la "falsa erudición." Luego, podríamos añadir a esta cadena de asociaciones, a los "políticos exóticos," los que imitan sin crear lo nuevo. Por otro lado, tenemos "barbarie," que Martí reconstruye como término afirmativo por medio de vínculos al "hombre natural," el "mestizo autóctono," "la naturaleza" y el gobernante creador. Los contornos disciplinantes de los argumentos de Domingo Sarmiento -- la imposición de la letra civilizada, importada, a un terreno y una cultura nacional -- es invertida por el rechazo del "libro importado" y la exaltación del "tronco" cultural netamente americano. Si Sarmiento concibió del subdesarollo en términos orientalistas, haciendo del campo argentino un salvaje Sahara americano, Martí condena a los afrancesados, los madrileños, los yanquis y los traidores latinoamericanos que se sumen a ellos y el régimen colonial que perdura en el presente a pesar de la independencia política. La letra, entendida como elemento de imprenta, es rechazada como extranjerizante; la escritura de la modernidad propuesta por Martí es una escritura natural, orgánica, que se desviste de la artificialidad: "La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol el chaleco colorado." (165)